1. Lucas 11: ¿Qué y cómo debemos orar?
En Lucas 11, Jesús enseña a Sus discípulos el Padre Nuestro y la parábola del amigo insistente.
La prioridad absoluta de la oración: la gloria y el reino de Dios
El inicio de la oración modelo -«Santificado sea Tu nombre, venga Tu reino» (Lc 11:2)- es, según David Jang, el punto de partida de toda oración. Nuestro clamor debe trascender el logro de deseos personales y dirigirnos a que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra y él reciba gloria. Cuando confesamos sinceramente «Que Tu nombre sea santificado y Tu voluntad se haga», Dios interviene de manera concreta y responde en nuestra vida.
Peticiones específicas para todas las áreas de la vida
Tras buscar el reino de Dios, Jesús nos insta a presentar nuestras necesidades diarias:
- Oración por el presente (el pan cotidiano)
«El pan nuestro de cada día» (Lc 11:3) no alude solo al alimento espiritual. David Jang explica que incluye todo lo esencial para vivir hoy: alimento, finanzas, vivienda. No es un acto de codicia humana, sino de dependencia valiente de Dios para nuestras necesidades existenciales. - Oración por el pasado (perdón)
«Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos» (Lc 11:4a). Esta petición es la clave para sanar heridas, rencores y resentimientos pasados. David Jang advierte que es imposible orar plenamente mientras se guarda odio, y que Dios no perdona a quien rehúsa perdonar. Una actitud de perdón es indispensable para recibir respuesta. - Oración por el futuro (protección ante la tentación)
«No nos dejes caer en tentación» (Lc 11:4b) abarca las pruebas y seducciones venideras. Reconocemos nuestra debilidad y pedimos que Dios nos libre del mal. Solo él puede suplir nuestra fragilidad con Su poder.
Actitud en la oración: la insistencia nacida del amor
La parábola del amigo que pide tres panes a medianoche (Lc 11:5‑8) ilustra que recibió ayuda no por ser amigo, sino por su molesta insistencia. David Jang recalca que Dios conoce nuestras necesidades, pero a veces desea que nos aferremos a él con amor genuino y persistente. Así, la oración profundiza nuestra relación con Dios y expresa nuestro afecto.
2. Lucas 18: ¿Por qué no debemos rendirnos?
En Lucas 18, Jesús enseña que «es necesario orar siempre y no desmayar» mediante la parábola del juez injusto y la viuda.
La perseverancia que conmueve incluso a un juez injusto
El juez «ni temía a Dios ni respetaba a los hombres», pero la viuda no dejó de suplicar. Al fin, para librarse de ella, él accedió. Jesús pregunta: «¿Y acaso Dios no hará justicia a Sus escogidos que claman a él día y noche?» (Lc 18:7). Si un juez impío cede ante la insistencia, ¡cuánto más el Dios justo y amante responderá! David Jang nos anima a examinar si realmente clamamos «de día y de noche» cuando las respuestas tardan.
«Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»
Esta pregunta (Lc 18:8) advierte que, en los últimos tiempos, la oración se enfriará. David Jang observa que muchos creyentes abandonan la oración por la rutina, las tentaciones o la demora en las respuestas. Sin embargo, la instrucción permanece: orar siempre y no desanimarse, pues la oración es el medio absoluto para resolver lo que excede el poder humano.
Frutos prácticos de la oración persistente
- La oración de Elías: Tras tres años y medio de sequía, Elías oró siete veces sin señales visibles y, finalmente, apareció una pequeña nube que trajo abundante lluvia. Prueba clara de que Dios no ignora la perseverancia.
- Registrar peticiones y respuestas: Llevar un registro detallado fortalece la fe y acumula evidencias de la obra viva de Dios.
- Testimonios en el campo misionero: En contextos de escasos recursos, las comunidades que oran unidas han visto a Dios proveer financieramente y enviar colaboradores.
Conclusión
La oración persistente y la fe que no se desalienta son principios esenciales que guían nuestra vida. Orar busca la gloria de Dios y presenta nuestras necesidades del pasado, presente y futuro. Aunque la respuesta parezca tardar, necesitamos la actitud insistente del «amigo inoportuno» y de la «viuda persistente». David Jang urge a aferrarnos a este privilegio: cuando lo hacemos, Dios suple todo lo necesario y nos conduce por el camino más excelente, sin importar la situación.
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