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David Jang Pastor – La Dinámica del Evangelio

1. La división en capítulos y versículos de la Biblia, la división del AT en "Primera y Segunda Parte", y la estructura de Isaías
Sabemos bien que la Biblia está dividida en capítulos y versículos, pero que originalmente fue escrita como un texto completo. Si bien la división en capítulos y versículos es una creación humana para comodidad, podemos ver en ella la excelsa dirección del Espíritu Santo. A inicios del siglo XIII, hacia 1227, se estableció la división en capítulos del Nuevo Testamento, y a mediados del siglo XVI, en 1551, se introdujo la división en versículos. Este hecho, desde la perspectiva de la historia de la Iglesia, fue muy relevante. Antes de estos hitos, la lectura bíblica estaba muy restringida y, para los laicos, prácticamente inaccesible. Pero con la Reforma protestante, cuando Lutero y otros reformadores tradujeron la Biblia para que los laicos pudieran leerla con mayor facilidad, contar con la Biblia dividida en capítulos y versículos tuvo un impacto revolucionario. Gracias a esta estructura, cualquiera podía encontrar y meditar de forma rápida el pasaje que deseara. Esto representó una gran ventaja tanto para los estudiosos de la Biblia como para los creyentes deseosos de vivir su fe en la vida cotidiana. Siguiendo esta corriente histórica, hoy podemos hallar pasajes bíblicos con facilidad, estudiarlos juntos y localizarlos con rapidez durante el culto, lo que constituye una gran bendición.

Lo mismo ocurre con el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el caso de 1 y 2 de Samuel o 1 y 2 de Crónicas, originalmente en la Biblia hebrea formaban un solo rollo. Sin embargo, luego se les dividió -al igual que ocurrió con la división en capítulos y versículos- para la conveniencia de los lectores. Este cambio se transmitió a lo largo de una prolongada historia y se relacionó no solo con la tradición editorial de la Biblia hebrea, sino también con la cuestión práctica de que un rollo demasiado extenso resultaba difícil de manejar físicamente. Así, se tomaron medidas tanto por cuestiones materiales como por facilitar la lectura de los creyentes, de modo que un mismo texto se partió en "Primera y Segunda Parte". En las traducciones actuales (como la Reina-Valera, entre otras), 1 y 2 de Samuel figuran como si fueran libros separados, pero en esencia siguen una continuidad argumental y poseen un contexto interconectado. Lo mismo sucede con 1 y 2 de Crónicas: se consideraban un solo libro hasta que, por razones históricas y prácticas, se dividieron en la forma en la cual hoy los conocemos.

El libro de Isaías que hoy poseemos está unificado, y leerlo en su totalidad nos permite disfrutar con mayor plenitud de su mensaje. Además, Jesús y los apóstoles citaron Isaías como un solo libro, razón por la cual la Iglesia, en general, lo ha asumido en su conjunto. Desde un punto de vista académico, existen corrientes que hablan de "Primer Isaías", "Segundo Isaías" e incluso "Tercer Isaías", pero desde la perspectiva de la fe, lo más importante es descubrir el carácter evangélico de la profecía de Isaías como un solo mensaje unificado, y fortalecer así nuestra fe. Si leemos cada libro de la Biblia atendiendo su contexto original y la manera en que se transmitió históricamente, comprenderemos más a fondo la Palabra y veremos con mayor claridad la voluntad de Dios en ella.

Ya entrando en la época del Nuevo Testamento, la introducción del sistema de capítulos y versículos a partir del siglo XIII y XVI posibilitó que el texto bíblico estuviera más cerca de la gente común, no solo de sacerdotes o eruditos. Cuando Lutero, Zwinglio, Calvino y otros reformadores promovieron la doctrina de "Sola Scriptura" y tradujeron la Biblia del latín a las lenguas vernáculas, esta división en capítulos y versículos desempeñó un papel clave. En los cultos, se rompió la tradición de que solo el sacerdote podía leer en voz alta la Biblia y de que los laicos únicamente escucharan; también se abandonó la práctica de que solo el coro entonara himnos, mientras el resto permanecía en silencio. Hoy en día todos podemos cumplir el mandato de Salmos 150 de "Todo lo que respira alabe al Señor" y cantarle. Gracias a que el texto bíblico se hizo accesible a la multitud, los creyentes han tenido la oportunidad de meditar, alabar y estudiar la Palabra sin restricción.

El pastor David Jang, consciente de las ventajas de la división bíblica en capítulos y versículos, ha enfatizado en su ministerio la importancia de acercar la Palabra a todos los fieles. En la Iglesia actual, con el uso del internet y las aplicaciones bíblicas en teléfonos inteligentes, es incluso más sencillo y rápido hallar cualquier texto. Ello ha impulsado un estudio bíblico más amplio, de modo que los creyentes, en oración y meditación, se aferran con mayor fuerza a la esencia de la Palabra, debaten libremente en la comunidad y aplican la Palabra en su vida. En ese sentido, podríamos decir que la "división en capítulos y versículos", si bien solo constituye un recurso auxiliar, ha influido mucho en la vida devocional y el desarrollo histórico de la Iglesia, y que, en definitiva, forma parte de la providencia del Espíritu Santo para exaltar la Palabra de Dios.

Aunque hoy leamos 1 y 2 de Samuel o 1 y 2 de Crónicas como libros separados, comparten una misma línea narrativa. Por ejemplo, en 1 y 2 de Samuel, se describe la transición al régimen monárquico en Israel, desde el profeta Samuel hasta el rey Saúl y luego el reinado de David. Se dividió en dos "partes" para facilitar su lectura, como si fuesen subtítulos que ayudan a ubicarse en la historia. Sin embargo, si se leyeran de corrido, se notarían con claridad los puntos de inflexión históricos y los eventos dramáticos que conforman la historia de Israel. Del mismo modo, 1 y 2 de Crónicas abarca el periodo que va desde el reinado de David hasta Salomón, pasando por la división del reino, y también fueron divididos por cuestiones de volumen y manejo físico. Si examinamos la estructura del Antiguo Testamento, nos damos cuenta de que la división en "capítulos, versículos o partes" va más allá de ser meras secciones, pues a menudo nos da pistas para comprender y profundizar en la Palabra.

El libro de Isaías, según su estilo literario y contexto profético, se clasifica en "Primer Isaías" y "Segundo Isaías" en la tradición académica, pero la Iglesia ha usado Isaías como un único texto. Incluso Jesús citó a Isaías sin aludir a una sección determinada, sino al conjunto de la profecía, dejándonos ver con claridad el papel de este libro en la historia de la salvación. Para estudiarlo, es fundamental considerar el trasfondo histórico, el mensaje, las fechas proféticas y la manera en que se cumplen las profecías mesiánicas en la perspectiva global del libro. Aunque la mayoría de los eruditos ubican partes del texto tras el exilio babilónico o cerca del final del exilio, la interpretación eclesiástica se centra más en cómo toda la profecía se une como un relato unificado de la redención.

Con la Reforma protestante en el siglo XVI, cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en 1517, se abrió la puerta para que laicos y creyentes de a pie accedieran a la Biblia. Antes, la Vulgata en latín quedaba en manos de sacerdotes y monjes, y los fieles laicos, por barreras culturales y lingüísticas, prácticamente no podían estudiar la Palabra por sí mismos. La tradición eclesiástica brindaba enseñanzas y ritos sacramentales, pero no se fomentaba la lectura personal y reflexiva de la Escritura. La imprenta cambió ese panorama; Lutero tradujo la Biblia al alemán y la divulgó, apoyándose también en el sistema de división por capítulos y versículos, que facilitaba su búsqueda y estudio. En el mundo angloparlante, Wycliffe y Tyndale realizaron asimismo notables esfuerzos para traducir las Escrituras. Este movimiento sacudió la estructura eclesiástica de la época, pues se difundió la idea de que todos los creyentes podían acercarse directamente a Dios a través de la Biblia, cuestionando la autoridad exclusiva del clero (sacerdotes, obispos, el papa, etc.).

El pastor David Jang enfatiza que la tradición de "que todos los creyentes lean y mediten la Biblia por sí mismos", potenciada tras la Reforma, debe revivir en nuestro presente. Según el análisis de la historia de la Iglesia, cuando la Palabra se oculta o queda monopolizada por ciertas autoridades, la Iglesia inevitablemente se corrompe. Por ello, la contribución máxima de los reformadores fue "poner la Biblia traducida en manos de los laicos", un logro que estrechamente se conecta con el sistema de capítulos y versículos, gracias al cual podemos estudiar e investigar versículos específicos con más facilidad. Hoy, en cuestión de segundos, cualquier persona puede encontrar un texto bíblico en su teléfono inteligente y comparar distintas versiones. Esto es sumamente útil para preparar sermones o dirigir estudios bíblicos, y brinda grandes ventajas en la práctica. Sin embargo, nunca debemos olvidar que todos estos beneficios son solo un medio: lo esencial es cómo los aprovechamos para profundizar en nuestra meditación y crecer espiritualmente.

El salmista exhorta a todos a alabar al Señor, y con la llegada de la Reforma protestante, la adoración congregacional donde cada miembro de la comunidad canta al unísono pasó a ser una realidad. Mientras que en la Edad Media el coro se encargaba de cantar y el resto guardaba silencio, tras la reforma y su énfasis en la lectura personal de la Biblia, el canto y la adoración se democratizaron, pues la alabanza se fundamenta en la Palabra. Cuando tenemos la Biblia cerca y crecemos en el conocimiento de Dios, surge espontáneamente el deseo de alabarlo. De esa forma, la introducción de la división en capítulos y versículos, la Reforma protestante y el acceso que hoy tienen los laicos a la Biblia hicieron posible que expresemos con entusiasmo la alabanza y que comprendamos mejor la Palabra, origen de un gran caudal de bendiciones.

En Romanos 10:6-8, el apóstol Pablo señala que "la palabra está cerca de ti". él se pregunta irónicamente quién subirá al cielo para traerla o quién descenderá al abismo para rescatarla, queriendo mostrar que la Palabra ya se nos ha acercado. Con la obra completa de Jesucristo y la existencia de la Biblia escrita, podemos abrirla y leerla libremente. Para la Iglesia de hoy, en contextos individuales y colectivos, ello supone una riqueza extraordinaria. Hace apenas unos siglos, habría sido impensable que un laico pudiera leer y entender la totalidad de la Biblia. Pero hoy disponemos de múltiples traducciones en diversas lenguas, y en esa difusión la división en capítulos y versículos sigue cumpliendo su función práctica.

El pastor David Jang, al reflexionar sobre esta historia, anima a los creyentes a que valoren y disfruten más la Escritura, manteniéndola cerca de su corazón. él destaca que "no son los capítulos y versículos lo esencial, sino la oportunidad de acercarnos a la Palabra que estos nos brindan". Los ejemplos de 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Crónicas, o el libro de Isaías, muestran que la división en partes persigue el objetivo de facilitar la comprensión y promover un encuentro más profundo con la verdad bíblica. Así como en la antigüedad el pueblo de Israel leía la Ley de Moisés, recitaba el Pentateuco de memoria y cantaba los Salmos y Profetas, la Iglesia del Nuevo Testamento debe continuar en esa tradición. En tiempos de Jesús, hallar un pasaje en un rollo resultaba laborioso, pero hoy nosotros podemos leerlo con gran facilidad, lo cual es una bendición inmensa. Reverenciar, meditar y obedecer la Escritura es la esencia que la Iglesia debe recuperar en nuestros días.

2. El trasfondo de 1 Tesalonicenses y la proclamación del evangelio por parte de Pablo
La Primera Carta a los Tesalonicenses fue escrita por Pablo, Silas y Timoteo. Según Hechos 17, tras haber sido encarcelado y azotado injustamente en Filipos, Pablo se trasladó a Tesalónica. Este suceso aconteció durante su segundo viaje misionero, mientras recorría distintas ciudades de Macedonia con el anhelo de llegar finalmente a Roma y, más allá, a España, considerada en aquel entonces "los confines de la tierra" en el mundo mediterráneo. Pese a las fuertes persecuciones y el encarcelamiento sufridos en Filipos, Pablo no desistió de su misión y siguió adelante. Luego se estableció en Tesalónica, capital de la provincia de Macedonia, un puerto de unos 200,000 habitantes, con una floreciente actividad comercial y una numerosa comunidad judía. Allí, Pablo predicó durante tres sábados en la sinagoga y probó a través de las Escrituras que Jesús era el Mesías.

Entre los gentiles temerosos de Dios (gentiles que habían adoptado el judaísmo), muchos aceptaron el mensaje de Pablo y creyeron en Jesús como el Cristo. Mientras el apóstol interpretaba el Antiguo Testamento (pues el Nuevo Testamento aún no existía como canon fijo) y proclamaba que "este Jesús es el Cristo", el Espíritu conmovió los corazones de estas personas. Hechos 17:3 explica que Pablo "les exponía y demostraba que el Cristo debía padecer y resucitar de los muertos, y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo". Aunque Pablo se hallaba físicamente débil y muy afectado por las recientes persecuciones, siguió proclamando el evangelio con firmeza y poder del Espíritu. Esta actitud es un gran ejemplo para los creyentes de todas las épocas, pues nos recuerda que el evangelio debe proclamarse con valentía y sin complacer meramente a la gente con palabras agradables. Aunque siempre con amor y respeto, jamás ha de omitirse el núcleo esencial del mensaje: la muerte y resurrección de Cristo.

El surgimiento de seguidores de Pablo en Tesalónica provocó los celos de algunos judíos que, resentidos, agitaron la ciudad y armaron un tumulto. Acusaron a Pablo y Silas de violar los edictos del César, difamándolos con falsos testimonios y atacando la casa de Jasón, donde se reunía la iglesia doméstica. La persecución escaló hasta el punto de que Pablo y Silas se vieron obligados a marcharse hacia Berea. No obstante, incluso allí fueron acosados por los mismos adversarios que habían venido desde Tesalónica, forzando a Pablo a huir primero a Atenas y después a Corinto. En esos desplazamientos, Timoteo permaneció en Tesalónica para asistir a la congregación y, ocasionalmente, se reencontraba con Pablo para informarle. Cuando Pablo, Silas y Timoteo volvieron a reunirse en Corinto, Pablo se enteró de que los tesalonicenses seguían sufriendo persecuciones, de que algunos falsos maestros habían entrado sembrando discordia, y de que se ponía en entredicho la sinceridad de Pablo y Silas. Entonces Pablo tomó la pluma para escribir la Primera Carta a los Tesalonicenses.

En 1 Tesalonicenses 1, Pablo elogia a la iglesia por su perseverancia. Les dice: "Habéis sido ejemplo para todos los creyentes", subrayando que, cuanto mayor era la aflicción, más firme se volvía su fe. En los capítulos 2 y 3, Pablo defiende la honestidad de su labor y anima a los hermanos a no dejarse arrastrar por los divisionistas. Los falsos maestros decían que, como Pablo había estado preso en Filipos y había provocado disturbios en Tesalónica, luego huyó de manera irresponsable dejando a la iglesia a su suerte. También se cuestionaba si Pablo era realmente un apóstol legítimo o si era sincero en su entrega al servicio de la Iglesia, lo que generaba dudas y tensiones entre los creyentes. Por eso Pablo se vio obligado a explicar, con ternura y afecto, la manera en que él y sus colaboradores habían predicado el evangelio y cómo habían deseado ardientemente volver a reunirse con ellos.

El pastor David Jang resalta la actitud y el liderazgo pastoral de Pablo. "Un ministro puede verse obligado a dejar un lugar, pero incluso ausente físicamente, debe mantener su compromiso de orar y cuidar de las almas que ha dejado atrás". En 1 Tesalonicenses 2:17, Pablo escribe: "Hermanos, cuando nos vimos privados de vosotros por breve tiempo (de vista, pero no de corazón)". Con ello expresa: "Aunque me ausenté físicamente, mi corazón permaneció con vosotros, y nuestra relación espiritual se ha fortalecido". En la práctica, Pablo seguía orando, enviaba a Timoteo para apoyar y animar a los creyentes, y así reforzaba la "iglesia en persecución" para que siguiera creciendo y superara cualquier obstáculo.

En 1 Tesalonicenses 2:4, Pablo subraya: "No pretendemos agradar a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones". Este pasaje revela la motivación central de la vida y el ministerio cristiano. En efecto, si un líder se preocupa demasiado por complacer a la gente, termina diluyendo el mensaje del evangelio y cayendo en adulación o codicia. Pablo, sin embargo, consciente de que Dios lo había aprobado y le había confiado el evangelio, persistía con lealtad pese a incomprensiones y calumnias, sosteniendo a la Iglesia con amor inquebrantable. Este testimonio fortalecido levantó a los creyentes, que, al final, resistieron los embates de la división y permanecieron unidos.

En 1 Tesalonicenses 2:7 y 11, Pablo se compara por un lado con una nodriza, y por otro con un padre. La figura de la nodriza sugiere la ternura con la que se alimenta a un niño; la imagen del padre refleja la disciplina, el aliento y la guía firme. Un líder debe encarnar ambas facetas. El pastor David Jang llama a esto "espiritualidad de equipo y espiritualidad evangelizadora". Pablo, Silas y Timoteo trabajaron como un solo equipo, cada uno desde su rol, para proclamar el evangelio, velar por la congregación y reforzar sus lazos. Por eso, aunque Pablo salió de Tesalónica, Timoteo permaneció cuidando la iglesia, y cuando Timoteo no podía manejarlo todo, buscaba la orientación de Pablo en Corinto y oraban mutuamente.

Como confirma la historia de la Iglesia, el evangelio siempre ha avanzado acompañado de oposición y persecución. La iglesia de Jerusalén no tenía planes inmediatos de expandirse hasta que llegó "una gran persecución" que dispersó a los discípulos, impulsando la predicación en todas direcciones. En Tesalónica ocurrió algo parecido: no se dejaron paralizar por el temor a las represalias, sino que los sufrimientos se convirtieron en un trampolín para la expansión del mensaje. Pablo escribe en 1 Tesalonicenses 1:6 que "recibisteis la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo", ensalzando la fe de esos creyentes, que resistían gracias a la gracia y el gozo que solo el Espíritu puede otorgar.

Pese a todo, los falsos maestros seguían sembrando rumores: "¿No fue la cárcel en Filipos un castigo a su mal proceder?" o "¿No trajo desorden a Tesalónica y luego huyó?". Pablo explica en 2:2: "Sufrimos antes y fuimos ultrajados en Filipos, como sabéis; pero confiados en nuestro Dios, hablamos el evangelio de Dios en medio de gran oposición". Es decir, las aflicciones que soportaron él y sus colaboradores no eran una estrategia teatral, sino las consecuencias reales de su compromiso con la causa de Cristo. Por eso añade: "Pues nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño" (2:3). Lo único que movía a Pablo era agradar a Dios y cuidar sinceramente de la Iglesia, combatiendo así las dudas que los engañadores intentaban suscitar.

En los últimos versículos de 1 Tesalonicenses 2, Pablo declara: "¿No sois vosotros, en la presencia de nuestro Señor Jesucristo, en su venida, nuestra esperanza, gozo o corona de que me gloríe?". O sea, la auténtica recompensa de quien predica el evangelio es ver a los hermanos presentarse con firmeza ante el Señor en el día final. El hecho de que la iglesia perdurara, superando difamaciones y conflictos, llenaba de gozo a Pablo, quien la consideraba su corona, su galardón. El pastor David Jang hace hincapié en este texto para enseñarnos que "el objetivo de la evangelización y de establecer iglesias es que, el día en que Cristo regrese, todos los que recibieron su Palabra lleguen a su presencia con fe madura". Si la meta de nuestro servicio fuera complacer a la gente o buscar fama personal, fracasaríamos; mas si nuestra meta es agradar a Dios y conducir a los creyentes a la plenitud de la fe, podremos superar los ataques y dar mucho fruto.

Debemos aprender de la sincera defensa de Pablo y de su clamor pastoral, reconociendo que una iglesia no es un simple edificio donde se congrega la gente, sino una comunidad que ora mutuamente, que se edifica con la Palabra y que conserva una unión espiritual firme incluso en la adversidad. Pablo advierte que "Satanás quiere dividir a la iglesia", pero asegura que si prevalece el amor y la unidad en la verdad, el Enemigo no logrará destruirla. él desea que los tesalonicenses recuerden el sacrificio y la vocación apostólica de Pablo, y permanezcan fieles.

La historia de la iglesia de Tesalónica en su fase inicial demuestra que ni siquiera la persecución pudo anular su esperanza. Aunque Pablo debió partir, Timoteo siguió cuidándolos y, de tanto en tanto, informaba a Pablo. En el capítulo 3, Pablo rebosa de júbilo al saber que los tesalonicenses permanecían firmes en la fe y el amor, y que oraba por ellos para que siguieran creciendo. Es un cuadro poderoso de la unidad cristiana: incluso separados físicamente, seguían conectados por la oración, y aunque el pastor se había marchado, el Espíritu Santo continuaba protegiendo y guiando a la iglesia.

1 Tesalonicenses es un testimonio de cómo, en el siglo I bajo el imperio romano, los creyentes de regiones gentiles afrontaron con valor la hostilidad y, sin embargo, echaron raíces profundas en Jesucristo hasta florecer con esplendor. También nos deja una enseñanza enorme sobre la pasión y la sinceridad de Pablo como líder, algo muy vigente para nuestros días. Buscaba "dar gloria a Dios y amar a la iglesia", y no "agradar a las personas". Quien se incline excesivamente a halagar a la gente se deja llevar por la hipocresía y, en última instancia, no beneficia a nadie espiritualmente. En cambio, si nos mantenemos firmes en agradar a Dios por encima de todo, podremos, como Pablo, resistir persecuciones y divisiones para construir una iglesia que permanezca. Los frutos de la obra de Pablo fueron abundantes, y la comunidad de Tesalónica se convirtió en "esperanza, gozo y corona" para él.

En la actualidad, muchos líderes, incluido el pastor David Jang, buscan beber de la espiritualidad paulina, edificándose sobre la Palabra de Dios y transmitiendo con franqueza el evangelio, al tiempo que cuidan amorosamente a la congregación con la dulzura de una nodriza y la responsabilidad de un padre. Aunque bastantes iglesias anhelan un crecimiento numérico, es indispensable cuidar la pureza del evangelio y la centralidad de la Palabra para que no se vean pronto abatidas por divisiones o superficialidades. Al igual que la iglesia primitiva, que se aferraba a la cruz y a la resurrección de Cristo, compartiendo esa gracia y edificándose mutuamente, veremos un avivamiento genuino cuando conservemos esas verdades. El mensaje de 1 Tesalonicenses es un recordatorio de que la adversidad no frustra el plan de Dios; es más, frecuentemente, la prueba y el sufrimiento refuerzan la fe de la iglesia, dándole mayor firmeza.

Entender la importancia histórica de la división bíblica en capítulos y versículos, el desarrollo que derivó en varios libros del Antiguo Testamento, la unidad del libro de Isaías y cómo se conformó el Nuevo Testamento, nos enriquece la lectura de cualquier epístola -incluida 1 Tesalonicenses-. Cada vez que estudiamos la Escritura, podemos tener presente el testimonio de la historia de la Iglesia, la guía del Espíritu, el sacrificio de los reformadores y la experiencia victoriosa de la Iglesia primitiva, lo que hace aún más vivo cada versículo. Meditar en los pasajes del capítulo 2, con las confesiones y la apología de Pablo, recordando su frase: "Sois nuestra gloria y gozo", nos muestra un amor apostólico que procede directamente de Jesucristo. Así como Pablo derramó ese amor, hoy también nosotros debemos compartir con otros la misma pasión.

Debemos estar alerta ante quienes intentan perturbar a la iglesia, pero, en vez de pelear contra ellos, hemos de desvanecer sus artimañas viviendo para agradar a Dios y sirviendo con humildad y transparencia. Así lo hizo Pablo: no con artimañas o engaños, sino con la verdad y un amor abnegado que fortaleció a la comunidad, unificándola en el Señor. Precisamente para esto nos ayuda la división por capítulos y versículos: para localizar los pasajes con facilidad y reflexionar en ellos profundamente, y también para unir a la congregación en la adoración y la alabanza. Si enfrentamos el presente siguiendo el espíritu de "Volvamos a la Biblia" que tanto ha subrayado el pastor David Jang, veremos cómo la Palabra fluye con poder en la vida de la Iglesia.

En ese recorrido, no olvidemos que tanto quienes anuncian el mensaje como quienes lo reciben deben examinar continuamente si desean complacer a la gente en lugar de honrar a Dios. Solo cuando nos comprometemos a glorificarlo, aprovechando los recursos que tenemos (como los capítulos, versículos, la alabanza y la adoración comunitaria), vemos desatarse el poder transformador del evangelio. De esta manera, el ideal de "regresar a la Escritura" que el pastor David Jang ha recalcado tantas veces seguirá brillando en la Iglesia de hoy.